La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente.
Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad (…)
La buena nueva que el historiador, anhelante, aporta al pasado viene de una boca que quizás en el mismo momento de abrirse hable al vacío.
Walter Benjamin
Historias en danza
Hace unos días encontré, azarosamente, esta fotografía que trajo al presente mi tiempo de bailarina. En aquella época fui invitada por la compañía de danza contemporánea Alternancia dirigida por María Rosa Hakimián; fue en París en la década de los ‘90. Frente a la imagen surgió la memoria coreográfica del “solo” que bailé en Veinte centavos y el vuelto de un tango. Recuerdo que en ese rol encarnaba al “abandono”, llorando las ausencias dentro de un sombrero. En los ensayos surgió, de las improvisaciones, un leitmotiv coreográfico: después de cada acción danzada miraba hacia atrás, en una voluntad de desentrañar el pasado. Como el ángel de la historia…
La imagen generó una doble reflexión: por un lado pensé en la quietud-detención del movimiento (el danzare per fantasmata formulado por Domenico da Piacenza), como una acción del alma, una tensión entre dos movimientos, la memoria y la medida de esa danza; por el otro vinculé la captura del instante en la fotografía tomada por Lewalski durante el espectáculo mencionado con la idea que desarrolló Walter Benjamin -apoyándose en la obra de Paul Klee, Angelus novus- para su tesis sobre el concepto de historia.
Vayamos por partes…
En pleno Quattrocento italiano Domenico da Piacenza escribe el tratado de la danza, Dela arte di ballare et danzare. En la primera parte detalla una gramática del movimiento basada en seis elementos constitutivos de la danza: medida, memoria, recorrido, soltura, manera de andar y fantasmata. Este último es definido por da Piacenza como la habilidad por la cual el bailarín, en pleno movimiento, se detiene cada cierto tiempo como si se transformara en piedra. En ese instante el bailarín se convierte en imagen y la danza se constituye en memoria; en suspensión de imágenes. En Ninfe (2007) Giorgo Agamben advierte que danzare per fantasmata deriva de la teoría aristotélica de la memoria. Aristóteles establece una conexión entre tiempo, memoria e imaginación, donde la memoria no es posible sin imágenes (fantasmata). Tales imágenes pueden dar movimiento al cuerpo. La memoria no es posible sin una imagen, la cual, al decir de Agamben, representa el pathos de la sensación o el pensamiento. La imagen mnémica es carga de una energía capaz de mover el cuerpo, de convulsionarlo o de aquietarlo.
En el análisis del tratado de da Piacenza, Agamben observa que la acción de danzar quedaría suspendida entre la memoria (pasado), el acontecimiento (presente) y lo potencial (futuro). Esto revela que la danza permite acceder a un impreciso umbral entre el pasado, el presente y el futuro. La danza no se instala en un tiempo cronológico sino un tiempo dentro del tiempo, un tiempo que produce una pausa, un vacío.
Reflexiones desde la intemperie/Memoria fragmentada-danza-historia…
Walter Benjamin, en su Tesis de la filosofía de la Historia (1940), hace referencia al Ángelus novus de Paul Klee, con sus ojos y boca desmesuradamente abiertos y las alas desplegadas como si se asemejara al ángel de la historia: “él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies”. Benjamin escribe en su ensayo que el ángel quisiera detenerse para despertar a los muertos y reparar lo destruido pero el viento del progreso sopla huracanado y sopla hacia el futuro al cual el ángel de la historia le da la espalda.
La memoria y la imagen del cuerpo danzante suspendidas en el tiempo detona preguntas, que entiendo, se replican en quienes nos dedicamos a estudiar la historia de la danza. El viento huracanado dispersa interrogantes…
¿Cómo escribimos nuestra historia de la danza desde las prácticas? ¿Cómo desentrañamos el origen de esa historia?, me refiero a una historia situada en mi ciudad Córdoba, Argentina (como así también en cualquier otro sitio); una historia invisibilizada, desconocida, ignorada, colonizada, independizada, globalizada, desdibujada y vuelta a delinear… No hay ruinas…, solo capas sobre capas, sedimentos herrumbrados que cubren una historia local viva. Todo esto, cuando investigamos en danza/con danza/desde la danza, cuando con escasas fuentes “animamos” fósiles danzarios que en algunos casos ni siquiera tienen vida en imágenes, éstos sólo perviven en la memoria de algunos sobrevivientes y en exiguos archivos.
La memoria activa y reactiva innominadas presencias fundantes que escribieron una historia de la danza desde los márgenes; historias descentradas e invisibilizadas.
Pensar en el ángel de la historia desde la intemperie, es subvertir la idea de destrucción y espanto desarrollada por Benjamin, proponiendo una mirada hacia atrás con ojos esperanzados, por el solo hecho de querer conocer las raíces que nos sustentan. Ejerciendo una paciencia de archivo anhelamos llegar a la médula de aquella historia aún no escrita, a contrapelo de las hegemonías estéticas heredadas. Una historia viva por descifrar, subversiva, emancipada, que entierre el olvido activando nuestra memoria atávica.
Paulina Antacli
* Referencia de la ilustración de cabecera: “Veinte centavos y el vuelto de un tango” Cía. Alternancia, París 1991. Fotografía Davis Lewalski
«…una mirada hacia atrás con ojos esperanzados » un cierre optimista en estos tiempos difíciles. Hermoso escrito.
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Tiempos difíciles, mirada esperanzada… Gracias maestro Alejandro Cervera.
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Un texto bellísimo, gracias por revelar un mundo tan divino como es el creado entre la danza y la historia.
A propósito ¿eres una investigadora de la historia de la danza? ¿Eres maestra de danza o historiadora? ¿Las dos?
Bueno, en realidad es curiosidad de la bonita.
Un saludo.
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